miércoles, 11 de julio de 2012

CAPÍTULO 40.


La condición humana
40 1Dios ha asignado una gran fatiga
y un yugo pesado a los hijos de Adán,
desde que salen del vientre materno
hasta que vuelven a la madre de los vivientes:
2preocupaciones, temor de corazón
y la espera angustiosa del día de la muerte.
3Desde el que ocupa un trono elevado
hasta el que se sienta en el polvo y la ceniza;
4desde el que ciñe diadema con joya
hasta el que se envuelve en una zamarra:
5¡cuánto afán y ansiedad y temor,
pavor mortal, pasión y riñas!
y cuando se echa a descansar en la cama,
el sueño nocturno lo turba:
6descansa un momento, apenas un instante,
y lo agitan las pesadillas;
aterrorizado por las visiones de su fantasía,
como quien escapa huyendo del que lo persigue;
7y cuando se ve libre, se despierta
sorprendido de que su terror no tenía objeto.
8Esto sucede a los vivientes, hombres y animales,
y siete veces más a los pecadores:
9peste y asesinatos, reyertas y puñales,
ruina y desastre, hambre y muerte.
10Para el malvado fue creada la desgracia,
por su culpa no se aleja la destrucción.
11Lo que viene de la tierra vuelve a la tierra,
lo que viene del cielo vuelve al cielo.
12Soborno e injusticia pasarán,
la verdad dura para siempre:
13la ganancia del malvado se seca como torrente,
como río hinchado por lluvia de tormenta;
14al hincharse arranca las peñas
pero en un instante cesa del todo.
15El malvado no echará brotes,
el impío echa raíces en el saliente de una roca.
16Como juncos a la orilla de un torrente,
que se secan antes de que llueva.
17Pero la misericordia no perece jamás,
la limosna dura para siempre.

Mejor que los dos

18Dulce es la vida del que se basta y del que trabaja:
mejor que los dos el que encuentra un tesoro.
19Los hijos y una ciudad perpetúan el nombre:
mejor que los dos el que encuentra sabiduría.
La prole y un plantío hacen florecer el nombre:
mejor que los dos una esposa enamorada.
20El vino y el licor alegran el corazón:
mejor que los dos es gozar del amor.
21La flauta y la cítara armonizan el canto:
mejor que los dos una lengua sincera.
22Belleza y hermosura atraen los ojos:
mejor que los dos un campo que verdea.
23Amigo y compañero ayudan en la ocasión:
mejor que los dos una mujer prudente.
24Hermano y protector salvan del peligro:
mejor que los dos salva la limosna.
250ro y plata dan firmeza a los pies:
mejor que los dos un buen consejo.
26Riqueza y poder alegran el corazón:
mejor que los dos el temor de Dios.
A quien respeta a Dios nada le falta:
ni tiene que buscar apoyo.
27El temor de Dios es paraíso de bendiciones
y baldaquino lleno de gloria.
28Hijo mío, no vivas de limosna,
más vale morir que andar mendigando;
29el que está pendiente de mesa ajena
ha de contar que no vive;
comida mendigada es deshonrosa
y le sienta mal al hombre sensato;
30el hambriento pide con dulzura,
pero por dentro se requema con fuego.

40,1-17 Estos veinte versos los podría firmar el Eclesiastés. Suenan extraños en el libro de Ben Sira, y mucho más después del himno a la bondad de la creación. La división en estrofas es tentativa.

40,1-5 La primera no distingue entre buenos y malos, sino que engloba a todos los hijos de Adán. El sufrimiento abarca toda la vida humana colocada bajo la inminencia de la muerte; las penas son interiores y sociales. Cada uno las tiene que vivir personalmente, sin distinción de clases sociales. Véase Job 1,21; Sal 55,5; 139,15; Sab 7,5-6.

40,5b-7 Incluso el descanso natural del sueño se convierte en fuente de temores. La descripción es psicológica como Is 29,8. La vanidad del sueño, afirmada en 34,1-8 no disminuye su poder de aterrorizar; antes hace más desesperante el sufrimiento.

40,8-10 La mención de los animales es curiosa aquí: ¿se refiere el autor también a los sueños?, ¿o piensa sólo en la condición mortal, como Sal 49,13.21? La distinción entre buenos y malos es aquí puramente cuantitativa, lo cual está más próximo a la experiencia; el salmista, Sal 73, había hecho la experiencia contraria, lo pasan mejor los malvados.

40,11 El final iguala a todos, cuando Dios retira su aliento vital: Ec112,7; Sal 104,29.

40,12-17 La última estrofa es muy dudosa, ni es seguro que se haya de juntar con las precedentes. El sentido general, marcado por la inclusión, es la oposición entre las suertes de buenos y malos.

40,12 "Verdad" probablemente en sentido de sinceridad, honestidad, como lo pide el contexto; conducta humana y no cualidad abstracta.

40,13 El hebreo lee: "de playa a playa, como corriente inagotable"; sería una imagen de la verdad, inmensa como el mar. Las traducciones piensan en el malvado, semejante a torrente provisorio.

40,14 El hebreo parece decir: "la gente goza de lo que lleva en las manos", pensando quizás en el pago de la conducta. La traducción propuesta mantiene la imagen precedente: el torrente se seca en un instante, poco después de acabar el chaparrón.

40,15 El hebreo dice: "El fruto de la violencia no quedará impune", que da un sentido tradicional, aunque menos consonante con el siguiente hemistiquio. La traducción propuesta mantiene la imagen vegetal.

40,17 El último verso es esperanzador: la misericordia de Dios es eterna, dice la liturgia tradicional, p. ej. Sal 136; Ben Sira aplica el principio al hombre, que se eterniza por su
misericordia y caridad, y por ellas da sentido a la vida.

40,18-27 En doce versos repartidos en cuatro estrofas, nos ofrece el autor un alarde de composición. No lo podemos llamar "escala de valores", porque no todos los verbos superan al anterior. La superación se da dentro de cada verso y en la estrofa final, que con su número ternario opone el número doce al diez.

40,18-19 La primera estrofa habla de la vida ciudadana y familiar. Los hemistiquios pares llevan miembros que el autor suele vincular: tesoro, sabiduría, esposa. De hecho la sabiduría se considera un tesoro y se presenta como una esposa, cap. 1; 6; 14; también la esposa se compara a un tesoro, Prov 31. El hombre puede dar su nombre a una ciudad, a un bosque, a sus hijos; pero vale más la esposa, 1 Sam 1,8.

40,20-22 La segunda estrofa enumera placeres de los sentidos: gusto, oído, vista; y reaparece el tema de la mujer. La belleza de un campo plantado es prenda de fecundidad, y es puro descanso de la vista su verde extensión; véase Sal 64.

40,23-25 La tercera estrofa piensa en seres o cosas que protegen. Reaparece el tema de la mujer, que se asegura así un puesto especial. El valor de la limosna es tradicional: Prov 10,2; 11,4. Y el buen consejo pertenece al mundo sapiencial: 37,7-15.

40,26-27 El temor de Dios ocupa la cumbre y es síntesis de lo precedente. Alegra como los placeres de la segunda estrofa; nada le falta de lo que ofrecen los versos precedentes;  apoya mejor que los bienes de la tercera estrofa. El último verso desborda los límites con sus dos alusiones: al paraíso inicial, Gen 2, y al baldaquino escatológico, Is 4,5.

40,28-30 Cuatro versos sobre el vivir de limosna: véase Eclo 29,21-28. Ben Sira rechaza la indigencia como afrenta para el hombre sabio; es contra la independencia y la dignidad. Nuestro refrán dice: "El dar es honor y el pedir dolor". 

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